les temps sont durs pour les rêveurs

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diciembre 29, 2007

Desconocido

Eran cerca de las 7 PM y había un viento fresco en la entrada de mi casa. Ni frío ni calor. Una brisa que me revolvía el pelo y me relajaba por completo. Me senté en la entrada, al lado de la puerta, para aprovechar un poco más ese viento fresco, poco habitual por estas fechas.

Aló, Laly, hola, ¿cómo estai'? bien, bien por aquí todos, y ¿está mi papá en tu casa?
Mi mirada se dirigió hacia el otro lado de la puerta, donde mi mamá me miraba con una gran sonrisa hablando por teléfono con su hermana.
Sí, dile que se quede no más porque vamos a ir en un ratito más.

Mis ojos se abrieron por completo y mi corazón latía más rápido, ¿era cierto lo que acababa de escuchar?
No, no, no, no importa, no te preocupes por eso, vamos a ir igual. Ya Laly, nos vemos, cuídate.
El sonido sordo del auricular chocando con el cuerpo del teléfono me hizo despertar de ese cortísimo trance en el que entré por un momento... juraría haber escuchado a mi mamá pronunciando las palabras
mi papá mientras hablaba por teléfono con mi tía Laly...

Anda a arreglarte, vamos a salir. Me dijo dirigiéndome una gran sonrisa, junto a un guiño que indicaba complicidad. Al parecer era un asunto del que poco sabían los demás ocupantes de la casa.

¡David! ¡Adivina qué!
Fuiste el primero en saber hermano. Y, ¿sabes?, la fuerza estuvo conmigo.

Mi morral con las cosas que nunca dejaba en casa: el celular, las llaves, la cámara fotográfica, mi billetera, un chaleco... salimos a eso de las 8 PM

En el auto iba hablando con mi mamá sobre una infinidad de cosas de las que nunca tenemos oportunidad de hablar cuando estamos en la casa ...

Me bajé, San Francisco con Avda. Cóndor, sólo me separaban unas cuántas escaleras y pasillos de la otra mitad de mi familia: la hermana mayor de mi mamá, sus 4 hijos, su esposo, mi abuelo... Al ir subiendo sentía vértigo y mi fobia a las alturas me hacía un poco más difícil seguir caminando.

Mi tía abrió la puerta. Era un departamento acogedor, pequeño, pero acogedor. La primera vista que tuve fue la de mi tía abrazándome, luego un caballero de polera amarilla sentado al lado de la mesita de vidrio: mi abuelo. Traté de ignorarlo por un segundo, llevaba tanto tiempo esperando ese momento, pero no sabía cómo reaccionar: si abrazarlo, colgarme de él, darle la mano.

Luego mi prima pequeña, la apreté fuerte en un abrazo interminable, de esos que sólo se le dan a las personas que uno no ve hace años.

Cada vez estaba más cerca, parecía aún no tomar el peso de que ese cabellero un poco canoso y avejentado era mi abuelo, mi sangre, aquél que por tanto tiempo quise conocer y nunca tuve la oportunidad.

Ahora se acercaba mi primo, más bajo que yo, tal como lo recordaba, aún sin representar sus 12 años de edad. Me dio un abrazo que sentí un tanto frío y se alejó al instante, dejándome al lado de ese desconocido al que, sin saberlo, ya adoraba.

Aquél desconocido de polera amarilla se paró dificultosamente y me abrazó en un gesto que me pareció interminable.

Eres igual a tu mamá, tenía tantas ganas de conocerte.

Mis ojos se pusieron brillosos y logré contener el llanto. Luego de eso todo se volvió menos tenso, al menos para mí, que ya no me sentía frente a un desconocido.

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drawing time

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'you are the last man in the world whom I could ever be persuaded to marry'