¿Sabes? Yo tenía un lugar. Un templo, una escafandra. Era como mi habitación (de hecho, podría decir que lo era): solía correr hasta allí para reír, soñar, pensar, llorar, amar... Puedo decir en mi defensa que todo fue muy rápido, que no me di cuenta. La luz se apagó y el suelo comenzó a moverse. De un momento a otro me encontré tirada en el piso, buscando a tientas algo de lo que aferrarme, intentando en vano incorporarme. Estiré la mano, y nada. Grité pidiendo ayuda, y nada.
Y es que a veces estás solo, y lo único que responde a tu llamado es un eco tan distante y tan frío que ni siquiera logras reconocer tu propia voz.
2 comentarios:
¿Te cuento algo?, La ley del péndulo, andivina cómo funciona: después de lo malo viene...
(L)
Publicar un comentario